viernes, 24 de julio de 2015

New York


Estoy en una ciudad que no es la mía, donde se escucha hablar varios idiomas y hay mucha gente; sin embargo, se alcanza a sentir un poco la soledad.

Hoy estoy sentada esperando a que pase el tren y mientras lo hago, veo New York moverse acompañado por el sonido de un saxofón. Aquella persona que lo toca, parece hacerlo con el corazón, más que como un medio para sobrevivir en esta gran ciudad. Pero no recibe un aplauso, una sonrisa o tan solo una mirada. Esas dulces notas se pierden con el ruido del tren que pasa y con la indiferencia de la gente. Que triste muere a veces el tiempo en New York.

Ya llegó el tren que me lleva a casa y un mendigo se ha subido a pedir ayuda, pero nadie lo mira. Rara vez se cruza una que otra mirada, solo se ven rostros cansados, algunos melancólicos y otros perdidos entre periódicos, que en ocasiones suelen ante mis ojos extraños garabatos.

Estoy en New York y el mundo parece ser solo esto. Al encontrarme latinoamericanos, hindúes, chinos, coreanos, japoneses, italianos y tanta, tanta gente, que seguramente ha venido tras el "sueño americano". Viajaron miles de kilómetros, algunos lejos de sus familias, para darse cuenta que tal sueño no suele ser cierto y para otros se convierte en pesadilla.

Pero no todo es malo en New York, según como lo mires. Los grandes avisos, las luces en la 42, las tiendas de la 5ª Avenida, Central Park, Empire State, la Estatua de La Libertad, y algo tan curioso como estar en china y a dos pasos llegar a la pequeña Italia. Todo el encanto que envuelve la gran New York.

La ciudad que nunca duerme, capital del mundo, que genera sonrisas y llanto, ilusión y amargura; que en otoño sus calles se visten de hojas secas y en invierno sus árboles desnudos se cubren de nieve ¡Esto es New York! 

Ya voy a llegar a casa, ya basta de tonterías.


Escrita el 26 de Noviembre de 2003, mientras viajaba en el metro de Nueva York
Imágen propiedad de Catalina Hernández A.

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